MERCEDES GENTIL._Redoblan los tambores y las trompetas comienzan a sonar. Así, tras la señal musical, el toro sale al redondel. Músicos, aficionados, toros, caballos, picadores, monosabios, toreros y respectivas cuadrillas,… Todos los ingredientes están en la plaza; alegría, emoción y buenas sensaciones se palpan en el ambiente. La música; el precioso arte de combinar los sonidos con el tiempo, cobra un papel fundamental, dos artes que se unen en las tardes de toros.
Con el sonido de las trompetas, el picador y su caballo salen al ruedo, la afición enloquece y con sus gritos muestran hasta dónde debe picar. Una vez más, la música indica que es el turno de los banderilleros. Dos banderillas bien puestas, aplausos, gritos de ¡olé! y ¡música!, la afición empieza a pedir música. El torero también. Así, a la señal de la batuta del director, los músicos nos regalanpasodobles. Esto contagia alegría, da fuerzas al torero y, acompañado del ritmo de cuatro por cuatro, realiza una faena utópica sin esas ondas sonoras.
También hay que hablar de esos cantantes que se arrancan desde el tendido con un fandango o unas bulerías. Sentirlo en directo provoca emoción. Algo mágico que hace que el coso rebose arte. En el aire se entrelaza una voz flamenca con un pase torero. No existe nada más bonito. Y aquellos que hemos disfrutado de ello podemos afirmarlo.
Grandes plazas, véase Las Ventas, no permiten eso de los pasodobles durante las faenas. Claro que yo siempre seguiré diciendo que la vida sin música no sería igual y que la Tauromaquia sin pasodobles no está completa… ¡Música, maestro!
Artículo publicado en noticias y ocio