El frio imperaba en la feria de Valdemorillo: en el pueblo, en el tendido y en el ruedo. Pero el domingo llegó Víctor Barrio y, con él, apareció el sol. Cada paso al frente era un rayo de la estrella luminosa que, de forma sorprendente, calentaba los sentimientos y emociones de los presentes.
Sus manoletinas se ahondaban en el albero al hacer el paseíllo. Sus pasos; firmes y contundentes, dejaban conjeturar lo que más tarde todos pudieron contemplar. Y es que cuando se evoque la feria del pueblo madrileño del año 2015, será recordada por el triunfo de Víctor Barrio.
Con los pies juntos, en el centro del ruedo, el torero segoviano comenzó a dejar su huella en el coso de La Candelaria con el primero de su lote. Talones levantados, con las rodillas hincadas en la arena, para recibir con faroles al otro toro de Cebada Gago que salió de chiqueros. Pie adelantado para colocar con técnica las piernas, la cintura, el cuerpo y ejecutar un toreo con técnica aliñado de sentimiento. Manoletinas que se clavan en el albero tentando a la suerte. Sin movimiento. Con seguridad. Que consiguieron desprenderse de la tierra para elevarse a hombros al salir por la puerta grande.
Y en la faena a su segundo animal, Víctor Barrio, lanza sus zapatillas. Gesto que algunos consideraron pudendo. Pero ese lanzar provino de los olés del respetable que hacían temblar la plaza; del aire triunfal que se respiraba. De las ganas de emocionarse que los asistentes poseían y para las que Barrio fue el pozo previsto de conmoción.
Y este puede ser el comienzo de un futuro gran torero. Ya lo decía el poeta Antonio Machado: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Víctor Barrio ha comenzado a andar en Valdemorillo. Desde el saludo capotero, con una tafallera, a su primer toro, hasta la petición ferviente de indulto al sexto astado de la tarde, se creó un camino. Camino, que si reina la justicia sobre los intereses, podrá expandirse en las venideras ferias taurómacas.
Artículo publicado en Burladero